El camino de la vida suele ser multicolor, los días en cualquier lugar y las horas y minutos en los lugares justos son algo diametralmente opuesto, puedes pasar días completos en un lugar totalmente ajeno a ti y sentir ese vacío terrible de estar solo aunque haya gente alrededor.
Meses completos en las costas del sur perdidos para siempre, donde ni las experiencias parecen algo rescatable, una cuestión sin una explicación lógica. Así contaba los días y las noches en el pueblo donde se respira lo común cada amanecer, donde toda persona denota inconformidad a cada mirar, a cada respirar, donde mueren y reviven las profundas aspiraciones a tener algunos bienes que nunca se han tenido. Y en medio de la cruel realidad económica surgen destellos en sus mentes, en la lejanía del norte, en esa utopía americana que devora hombres incautos que se negaron a vivir dignamente de su tierra, dejando hasta el último gramo de dignidad para regresar algún día como grandes señores contaminados.
Como un auténtico espectador me posaba en la terraza cada noche, después de soportar las alcoholemias de una vieja y corrupta juventud vigente del PRI, me imaginaba recorriendo las montañas y los valles, recordando cómo ha sido mi vida y como un espíritu que quiere más puede verse encerrado en un lugar donde la gente es libre, donde no hay ley, donde las normas de la moral se han reinventado y el machismo del que comúnmente las damas de las grandes ciudades platican en los cafés, no es ni una pequeña muestra de la terrible realidad que atosiga a todas esas mujeres marcadas por la baraja , ésas que destinan su vida a la disposición de un sujeto que ni siquiera sabe si es dueño de sus acciones.
Quizá ningún ángel ha tocado las puertas de este lugar, donde hasta el más noble de los misioneros bien podría corromperse en un inconsciente colectivo entreverado por los propósitos más bajos y decadentes.
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