jueves, 14 de mayo de 2009

Paracaídas

La muerte es un lugar común dice el título de un libro de Tomás Eloy Martínez, no lo he leido, pero tiene razón, no hay algo más cotidiano, absurdo y natural que la muerte, está por todos lados, en los parástios, en los coagulos, en una bala, al atravesar una calle, entre las sábanas; en los lugares comunes en donde todos nosotros decimos aquí no llegará nunca.
El dolor y la sozobra es gratuito, indeleble, inevitable; la única incongruencia es la negación del hecho por excelencia, diría Levinas: La muerte. Esa misma que resulta en la aporía perfecta, el colofón de una comedia estúpida, la debacle de un poema épico. Necesariamente todas las historias terminan con ese actante: la heroína se suicida, el loco al volver a la cordura se infarta, el héroe vuelve a casa a recibir Su abrazo, en una estepa a caballlo, empalado o en una cruz a cararcajadas.
¿Y dónde queda la vida entonces? decía Francisco Aragón que está en la flores, en ese ramillete que celebra el fin de la inocencia, el que anuncia la noche en que las hembras salen a cumplir el rito, esa ceremonia de verano anunciadora del advenimiento de la fertilidad...
Todo sale sobrando menos el silencio, lo anhelamos, pero ya no sé que hacer con tanto silencio, al final eso se aguanta lo que no se aguanta es que ya no estés, ni esas ganas de reir ni ser el complice... se reventó contigo la subida, de ahora en adelante solo es restar y aminorar la debacle con este paracaidas de tu ausencia.

Marco Antonio Rivera

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