Mujer con Sombrero
Cierta tarde mientras veía caer el sol en el Mayab me pregunté cuándo había sido la primera vez que me asomé por el universo de lo femenino?. La pregunta se recrudeció meses más tarde cuando recibí una fotografía de una hermosa mujer con sombrero que tenía la vida manando hacia sus adentros.
A la pregunta le sucedieron una serie de reflexiones, algunas acuñadas por la experiencia, otras por la imaginación, pero la mayoría eran producto del anhelo añejo y subjetivo de la existencia de las medias naranjas.
A la pregunta le sucedieron una serie de reflexiones, algunas acuñadas por la experiencia, otras por la imaginación, pero la mayoría eran producto del anhelo añejo y subjetivo de la existencia de las medias naranjas.
Y en las cavilaciones vislumbré un mundo lleno de contrariedades, un universo fantástico en muchos aspectos, gobernado por una topografía no apta para cualquiera, dado que los hombres de mente débil llegan a perder la autenticidad, tranquilidad y paz interior transformándose paulatinamente en misóginos adictos a la voluptuosidad, hasta que llega cierto día en que el “Horla” les visitada a cada noche de una manera incesante y su alma queda mas vacía aún que sus bolsillos.
Con gran alivio el ocaso mostraba que el universo de lo femenino mas allá de ser un mundo de adicción que permanece por años o capítulos de la vida, es un espacio fabuloso para el crecimiento espiritual. Entre las probables explicaciones innecesarias que se formularon, supuse que por esta razón que los orientales siempre han conceptualizado el mundo y la vida como un balance armonioso entre lo masculino y lo femenino, entre lo bueno y lo malo, sin embargo cuando creces cobijado por la enorme fuerza de la matriarca, tu vida estará incesantemente marcada por el lado femenino que curiosamente solo las mujeres descubren años más tarde. Punto de partida para tener por filosofía que la existencia humana está más allá del sexo.
Ya entrada la noche y con el sol tocando las arenas del Pacífico, el aire se cargó de humedad y comenzó a llover, no sé si a ruego de miles de grillos que muertos de sed atestiguaban el final de un verano envejecido que me dejó por profecía la canalización de mi energía masculina sobre la fecundidad, hecho simbolizado por una espina de maguey apuntando hacia el occidente según aquel atrapasueños que pende sobre mi cabeza, y aunque nunca he sido fetichista a partir de esos meses de verano he podido controlar de una mejor manera las puertas dimensionales de dicho universo sin temer a quedarme atrapado o derrochar la vida y la integridad espiritual.
Tranquilo, noches mas tarde llegué a la conclusión de que la primera vez que me asomé por el universo de lo femenino fue un 14 de julio del año 83.